María, nombre de Diosa…

María Díaz Corrales. Una Sabia luchadora de la vida.

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«Dedicado a María, con nombre de diosa, que no de virgen, o también. Por regalarme la vida y casi dejarse la suya en ello sin importarle las consecuencias. Porque aún recuerdo aquellas palabras que, oí en uno de los últimos trayectos de autobús que compartí contigo, antes de que la depresión de la vida te llevara al más oscuro agujero. A ti, porque por fin saliste y lo cerraste para siempre demostrando, una vez más, que se puede, por más complicado que sea el camino… Te recuerdo estas palabras para que nunca te olvides de ellas. Tú eres grande María y no lo digo yo, que soy tu hijo, lo dicen otros».

Jerez de la Frontera, Cádiz. Hace más de veinte años.

–¿María? ¿Eres tú? No te acuerdas de mi, ¿verdad? –la mujer tenía lágrimas en los ojos y te miraba con admiración.

–Pues así de pronto… no me acuerdo, pero me suena mucho tu cara, hija –contestaste con dulzura agarrándola del brazo al ver su emoción.

–Mi hermana y yo, no podremos olvidarnos de ti, nunca. Tú nos dabas tu bocadillo, porque no teníamos que comer y lo compartíamos las tres… no una, ni dos, muchas veces –se te llenaron los ojos de lágrimas al oírlo, y a mí, también–. Pero me alegro mucho de verte –siguió la mujer–, porque quiero que sepas una cosa. Ambas, mi hermana y yo, rezamos cada noche por ti desde aquellos días de colegio. Sin faltar ni uno le pedimos a Dios que te proteja y te cuide donde estés…

De aquel corto camino de autobús no recuerdo nada más, creo… por la emoción y los lloros que siguieron hasta bajarnos (si hubiera sabido entonces, tantas cosas como me enseñó la vida en estos veintitantos años que han pasado…).

No puedo más que agradecer cada día, a aquellas mujeres, de tan bonito pensamiento para ti, que aún hoy, me sobrecoge al recordarlo. Un pensamiento lleno de magia y sacado del corazón, igual que cuando se usa, pero con otro “canal”, en la meditación, u otras religiones y/o creencias, pero con el mismo fin.

Que alguien piense en ti cada día y encima se preocupe de que estés bien, aunque no te vea… es una protección sagrada.

Que afortunados somos mis hermanas y yo, de que nos dieras la vida y nos enseñaras esos valores tan puros, que no pudiste aprender en los libros, los aprendiste de la vida misma, y de lo que te decía tu propio corazón. Ay… si hubieras tenido la oportunidad de formarte, tú y cientos de madres de tu generación, que no lo pudieron hacer, por las circunstancias de la vida, pero que si lo hubieran hecho… el MUNDO estaría dirigido por un ejército de Sabias Luchadoras, haciendo que el simple día, a día, sea un poco más fácil para los demás.

Te adoro, te amo, te quiero, te tengo… te echo de menos, pero te tengo de nuevo y eso sí que es una fortuna.

Carta a una luchadora que salió de la oscuridad para seguir regalándonos su luz.

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